Por Silvia Castillo
Eduardo Galeno fue un conquistador, seducía con las palabras a las que amaba. Como un verdadero encantador las hipnotizaba para que dijeran lo que él quería y así llegaba a sus lectores para quedarse. Quienes tuvimos la oportunidad de leerLas venas abiertas de América Latina, Memorias del fuego, El libro de los abrazos, Patas arriba: la escuela del mundo al revés,Días y noches de amor y de guerra… y tantos otros relatos que nos permitieron vislumbrar los mundos que habitan el mundo, jamás pudimos dejar de andar los caminos que ese fueguito de brillo intenso trazó para nosotros.
Ayer, cuando la noticia que anunciaba “murió en Montevideo el escritor de 74 años…” nos conmovía, muchos de sus lectores sintieron la necesidad de decir. Así, Cecilia que hoy cursa el primer año de Ciencias de la Comunicación, se acercó al finalizar la clase para darme las gracias porque un día, años atrás, decidí compartir en otra clase, un texto de Galeano. Ella, como tantos otros, fue cautivada y no pudo abandonar más esas palabras andariegas que completan el alma.
Sentires
Lorena Camponovo
Recuerdo una voz rasposa y cadenciosa, en una sala llena de oídos y ojos bien atentos, leyendo unos textos sobre fútbol, sobre la vida y sus injusticias, sobre la América que duele. Después nos habló de esas cosas que nos interesaban a todos, el compromiso de ser/humano y, sobre todo, de compromiso político. Era la década del noventa y no se hablaba de ciertas cosas. Nosotros, en ese momento estudiantes de Humanidades, encontrábamos mejores sentidos para lo que habíamos elegido como camino a futuro. En esa tarde-noche aplaudíamos para no dejarlo ir. Nos dejó patas arriba y colmados de abrazos. Nos dejó las venas revueltas, los corazones abiertos y las ganas de leerlo, siempre.
Martín Van Dam
Es complicado despedir a tipos que te enseñaron a leer. Yo era un analfabeto funcional hasta que llegó a mis manos "El fútbol a sol y sombras", de Eduardo Galeano. Ahí empecé a leer sus libros y después a otros autores que eran citados por él. Este gran uruguayo y el negro Fontanarrosa me introdujeron al mundo de la lectura. A los dos, eternagratitud!
Luis Miguel Silva
Con las Venas Abiertas descubrí las injusticias de mi lugar del mundo. Aprendí a querer El Fútbol y me enteré de los Uruguayos y el Maracanazo. Me enseñaste que los cuentos cortos también son grandes historias. Conocí La Escuela del mundo al revés, con Los Hijos de los Días a recordar que había pasado un día como hoy... Ahora tendré que marcar que éste día partió el que me enseñó todo esto... Un MAESTRO.. Eduardo Galeano...
Alejandra Cebrelli
Había leído los microrrelatos de Galeano buscando siempre esa luz escondida que, en algún momento, estallaba iluminando mis haceres cotidianos. Ese día cayó a mis manos Memorias del Fuego.Me senté en un banco del parque a leer bajo el cálido sol del invierno. La mirada se detuvo en la frase: Algunos fuegos… arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear y, quien se acerca, se enciende. Me descubrí buscando en mi memoria esos ‘fueguitos’. Los encontré. Entonces mi vida cambió para siempre.
Nicolás Abalos
Mi inquietud por Galeano comenzó hace más de un año cuando buscaba algún libro que me explicara la historia de América Latina desde otro enfoque. Entonces, tropecé de una forma impredecible e involuntaria con Las venas abiertas de América Latina a partir de un comentario de un amigo militante que recomendaba su lectura. Ese fue el principio de un camino que sigo transitando.
Víctor Arancibia
Desde chico tengo una fascinación por la imagen y por la palabra. A veces parecían que iban circulando por carriles diferentes pero siempre tuve la sensación de que no nos alcanzaban para dar cuenta del mundo si estaban separadas. Con esta sensación me quedé por muchos años hasta que me encontré con una frase de Galeano. Las palabras que cuentan la historia de un chico que al ver el mar por primera vez, le pide a su padre: ¡Ayúdame a mirar! Ahí entendí que, así como las palabras y las imágenes funcionan articuladamente, ninguna construcción puede ser posible sin que la hagamos entre todas y todos.
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