La marcha “Ni una menos”, al igual que la del año pasado, sin duda, convocó a una gran cantidad de personas, organizaciones sociales y funcionarios, ¿pero qué incidencias tendrá esta nueva manifestación en el poder político?
Foto de Camila Staudenmayr |
El 3 de junio de 2015, cuando se realizaba la primera marcha, la provincia ya había declarado la emergencia de género, sin embargo la única medida visible que tomó la gobernación fue un observatorio de género. Ninguna de las iniciativas ha cumplido ni siquiera con el objetivo de disminuir las situaciones de violencia y acoso por las que pasan muchas mujeres de la provincia.
Muy por el contrario día a día siguen apareciendo aún más casos tan controversiales como el de la niña wichi, una pequeña que con sólo 12 años de edad, presentaba un embarazo producto de una violación y hoy su hija nació muerta. Lo peor de este caso es que las autoridades encargadas de hacer valer cada derecho de la niña tuvieron un dudoso proceder ante la situación y empeoraron la situación de la víctima.
Un caso similar de abandono del Estado sufrió la familia de la compañera Yolanda Mamaní, estudiante de Historia que murió quemada presuntamente por su novio. Aunque la justicia, en una primera instancia tomó la hipótesis del femicidio, gracias a la presión social de sus compañeros y familiares, el caso fue archivado sin agotar totalmente todas las instancias y sin seguir las líneas de investigación.
Este es el cuadro en el que se desenvuelve esta nueva marcha por “Ni una menos”, por eso la lucha de las mujeres salteñas es más profunda. El machismo patriarcal no sólo se manifiesta en la violencia ejercida por hombres particulares, es el Estado en cada uno de sus representantes quien lo reproduce. En innumerables casos el Estado, más que estar ausente, es quien ponen las trabas para obtener la justicia y la seguridad que las mujeres necesitan.
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