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lunes, 19 de diciembre de 2016

“Creía que no se había producido violencia en la descolonización”

Entrevista María Antonia Hidalgo


La arteterapeuta, gestora cultural, artista y coordinadora del máster en Arteterapia que se dicta en la Universidad Pablo de Olavide, habla sobre la vida en el Sahara Occidental, la lucha de las mujeres en el desierto y las posibilidades del arte en los procesos de intervención y transformación social.

María Antonia Hidalgo Rubio se permite unos minutos durante el receso de
la última clase del máster de Arteterapia que dictó el Dr. Juan Ramón Barbancho sobre arte y sociedad para dialogar con BoletínCom. Este frío sábado 17 de diciembre María Antonia viajó desde Granada donde vive, para coordinar la clase y una conferencia que se dicto esa mañana. En el frío de Sevilla, recuerda la primera vez que viajó al Sahara Occidental para relevar datos para un informe que elaboró junto a un equipo para la Universidad del País Vasco. Desde ese primer encuentro en 2009, la historia de ese pueblo que aún hoy vive en una situación de injusticia extrema que no tiene resolución próxima, la conmovió de tal manera que no pudo sino comprometerse y colaborar desde sus posibilidades con la lucha por la soberanía y la libertad. En ese camino descubrió el arteterapia y decidió seguirlo. Su formación específica en ese campo se inició en la Universidad de Murcia. En el máster que cursó el enfoque estuvo centrado en el psicoanálisis, pero luego María Antonia fue descubriendo otras formas que tenían que ver más con su búsqueda y las formas en las que concebía el arte dentro de las posibilidades que brinda para la sanación en un proceso colectivo de intervención y transformación.

¿Cómo surgió tu compromiso con la lucha del pueblo saharaui?
Me sorprendió mucho la relación con España, sabía que España había colonizado el Sahara Occidental y que eso duró una época, pero como muchos creía que no se había producido violencia en la descolonización. La violencia ejercida por España consiste en el abandono indecente del territorio aprovechando la muere Franco en 1975. Los españoles, después de 97 años de ocupación ceden el territorio sin ningún tipo de acuerdo institucional con las Naciones Unidas, fue de una forma unilateral. Para la ONU, España sigue siendo el administrador de ese territorio. En este abandono del territorio cede la parte norte a Marruecos y el sur a Mauritania. A parir de este momento los saharauis inician un éxodo que los lleva a la Hamada, infierno en árabe, en Argelia. En ese trayecto mueren 8 de cada 10 niños. Las mujeres tienen un papel muy importante porque a través de una instalación con sus melhfa, telas con las que se visten, construyen las primeras jaimas, las primeras viviendas para resguardarse del sol. Se instalan en los campamentos de refugiados y ahí llevan 41 años esperando que la comunidad internacional resuelva su situación.

¿Pudiste volver al Sáhara Occidental?
A partir de 2009 voy todos los años, aproximadamente un mes, a veces 2 o tal vez menos. También voy a la zona ocupada por Marruecos. El Sahara ocupado está sufriendo un hostigamiento muy duro por parte del gobierno de marroquí, con torturas sistemáticas. Todavía siguen 17 saharauis detenidos por un campamento que armaron en 2010 en protesta por el genocidio consentido que se está desarrollando. A ellos se les hizo un juicio militar siendo todos civiles. En 2012 aprovechando un  momento de “relajación” entre el gobierno de Marruecos y el frente Polisario, pudimos visitar esta zona que por lo general está prohibida. 8 de cada 10 personas son devueltas desde el mismo aeropuerto, ni siquiera se les permite desembarcar.

¿Qué pudieron observar en esa oportunidad?
Ahí tuvimos la oportunidad de estar 8 días y entrevistar a víctimas de torturas. En especial hablamos con las mujeres. Fue un encuentro muy breve de unos 50 minutos, las escuchamos y cuando pensabas que te contaron lo peor, luego venía realmente lo peor. Eran mujeres que habían sido vejadas en múltiples ocasiones por miembros de la policía marroquí, sufrieron violaciones múltiples. Todo lo narramos en un informe que está en la Universidad del país Vasco, nos lo encargó  el Dr. Carlos Matín Beristain.

¿Y en esta búsqueda cómo te encontraste con el arteterapia?
Mi formación es dual, primero estudié derecho y después bellas artes. Fui gestora cultural, fui Directora de cultura en la diputación de Granada. La gestión me llevó a ver el arte como instrumento de intervención y transformación social. También porque veía la cantidad de recursos que se destinaban a catálogos, exposiciones, sobre todo a catálogos de muestras que no visitaba nadie. Eso lo comprobaba en la provincia de Granada que es muy cultural, donde los dinamizadores sociales de municipios más pequeños con 3.000 euros estaban haciendo durante meses talleres magníficos de teatro, por ejemplo. Comparaba entonces los recursos que se le daban al arte con mayúscula y la rentabilidad de las actividades artísticas para provecho de las personas,  vi como se transformaba la vida en los municipios, de los grupos de mujeres que asistían a los talleres de pintura, de jóvenes que hacían teatro. Y nadie me lo tuvo que contar, lo vi con mis propios  ojos. Entonces cayó en mis manos una revista de la Universidad Complutense de Madrid que decía “Arteterapia. Posibilidades que el arte ofrece para la transformación social” y me dije “Dios mío, esto es lo que yo quiero plantear como gestora cultural”. Hice mi formación en la Universidad de Murcia. Después organicé cursos de verano en distintas universidades hasta que en 2011 surgió la posibilidad de este Máster de 2 años que se dicta en la Pablo de Olavide, único reconocido por la Federación de Arterapia en el territorio andaluz.

¿Qué experiencias te resultaron las más movilizadoras?
Siempre me he dedicado al ámbito social. El arteterapia opera en tres ámbitos el clínico-sanitario, el educativo y el social. Yo siempre he nadado entre el educativo y el social, no porque lo haya elegido, pero a través de la vivencia en el Sáhara que no ha sido sólo profesional, sino también vital, porque el desierto es un lugar que te invita a conectar con tus propios silencios. Es un paisaje sumamente elocuente, todos los códigos de occidente que nos tamizan como humanos, como puede ser el dinero, el tiempo, el control del tiempo, allí no existen. Entonces al no existir el tiempo y el dinero das lugar a la escucha y a la autoescucha y al hacerlo la primera semana vas a notar muchos ruidos en la cabeza, pero a medida que van pasando los días te das cuenta que hay cuestiones tan importantes que trascienden lo material, que es seguramente lo que ha hecho que el pueblo saharaui a pesar de ese abandono  en las condiciones más difíciles, siga constituyéndose como pueblo que es la profunda fe en la ayuda mutua y en la colaboración. Ellos no tienen recursos, pero se tienen unos a otros.

¿Y de ahí…?
De ahí prácticamente no paré, vine con una profunda necesidad de contar. Eso me ha llevado a varias universidades y a un encuentro de Arte y Derechos Humanos en la Universidad de México. México es uno de los pocos países que ha reconocido la soberanía de los saharauis, en Europa ninguno, sólo en Suecia se intentó pero la idea fue abortada en el parlamento, aunque si debo decir que es uno de los países que más abastece con ayuda humanitaria al Sahara Occidental. En vinculación con el Sahara me he ido formando en arte terapia, en la reparación de los derechos humanos. En una intervención que no sólo es artística, muchas veces sólo es terapéutica porque vas con tu planteo de construir un vínculo a través del arte, pero a veces necesitas un par de sesiones de escucha terapéutica y el arte ya vendrá. No nos obsesionamos con la producción porque ese es más un requerimiento tuyo y no de la otra persona que tal vez sólo necesita contarte lo que le ha ocurrido.

¿Cómo te sentís en este recorrido? ¿Estás satisfecha con lo que llevas andando?
Creo que en realidad no me puedo sentir satisfecha porque soy un ser social y el mundo está cada vez peor y desde hace mucho tiempo ha dejado de importarme mi propia producción. Ahora estoy escribiendo porque son muchas vivencias y necesito ordenarlas. De hecho no he prosperado en la universidad porque siempre se me cruza la vida por delante y como se me cruza la vida y voy de un lado para otro, no tengo carrera universitaria. Podría haber estado ya en otro lugar, pero siempre he elegido la vida antes que el proyecto académico. Pero ahora si llegó el tiempo de escribir.

¿Qué estás escribiendo o escribiste?
Ahora escribí un artículo para Gendercit que he titulado “Hilvanar la vida. El arteterapia como empoderamiento en la construcción de narrativas y agencia de mujeres refugiadas y migrantes”.  Las mujeres migrantes en el barrio Cuautepec en México, en la parte norte cerca del reclusorio, han sufrido persecuciones, la mayoría con experiencias de deportación. Con ellas hemos ido tejiendo una relación vincular, interesante para ambas partes. Una experiencia intensa de aprendizaje interesante.

¿Cómo pensás continuar, cuáles son tus metas?
Tampoco tengo metas, trabajo con lo que ocurre desde lo fenomenológico. Lo que intento es simplemente escuchar lo que acontece.  Estoy acostumbrada a tomar lo que viene porque eso no se puede cambiar, no creo en las casualidades, sí en las causalidades. Las personas que están, es porque tenían que estar. Mi meta…, seguir creyendo en lo que hago y hacerlo de la manera más honesta posible, fiel a mi propia coherencia de vida.

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