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martes, 21 de julio de 2015

Una pérdida irremplazable para la comunicación en América Latina



Por Matias Gennaro


En la madrugada del pasado 11 de julio, falleció uno de los comunicólogos más importantes de Latinoamérica. Luis Ramiro Beltrán Salmón tenía 85 años y murió en un hospital de La Paz, Bolivia, por una insuficiencia respiratoria. Toda Latinoamérica lamenta la pérdida, de uno de los comunicadores más importantes de nuestro tiempo.
Nació el 11 de febrero de 1930, Oriundo de Oruro, de clase media modesta, hijo de padres periodistas (Luis Humberto Beltrán y Bethsabé Salmón), profesión que heredó de muy joven cuando realizaba sus estudios en una escuela alemana de Oruro.
Su inicio fue más práctico que teórico. En 1952 se introdujo en el campo de la comunicación para el desarrollo al aceptar un trabajo como especialista en extensión rural para el Servicio Agrícola Interamericano. En 1964, consiguió una de las escasas becas que el IICA destinaba a la formación de sus técnicos en el extranjero. Ingresó en la Universidad de Michigan y se trasladó a East Lansing para iniciar estudios de posgrado. En ese momento, entró en contacto con un conjunto de profesores que lo marcaron profundamente, en especial Everett M. Rogers y David K. Berlo.
A su regreso a Latinoamérica en 1970, Beltrán asume la dirección en Bogotá del Centro Interamericano de Desarrollo Rural y Reforma Agraria (CIRA) dependiente del IICA. Allí retoma las tareas de capacitación y extensión rural. Los años 70 son también los años del debate crítico internacional en el ámbito de las políticas de la comunicación, Beltrán tuvo una destacada participación en esas instancias y entabló amistad con los más prominentes comunicólogos del momento.
Desde 1984 hasta 1991, asumió el cargo de consejero regional de la Unesco en Comunicación para América Latina y se trasladó a Quito, desde donde desempeñó labores de apoyo a universidades, asociaciones y centros de investigación y enseñanza por toda Latinoamérica. Después de jubilarse siguió investigando y escribiendo. Su último libro fue La comunicación antes de Colón: Tipos y formas en Mesoamérica y Los Andes (2009). Entre los numerosos galardones con los que fue condecorado se pueden destacar los doctorados honoris causa de la Universidad Católica Boliviana (La Paz), la Universidad Técnica de Oruro y la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra; y el Premio Nacional de Periodismo de Bolivia. Fue, además, el primer ganador del hoy extinto Premio Mundial de Comunicación McLuhan Telegrobe-Canadá en1983.
Su producción científica ha girado, directa o indirectamente, en torno al estudio de la prolífica relación entre comunicación y desarrollo. Sus publicaciones dan cuenta de su preocupación por la dependencia comunicacional e investigativa, la comunicación rural y para la salud, los medios alternativos, entre muchos otros. Su obra se distingue, además, por haber dado un giro de 180 grados a las primeras teorías de la comunicación para el desarrollo hasta situarlas en un terreno diametralmente opuesto, basado en el respeto a la dignidad humana, la singularidad de los contextos o la importancia de la participación y el diálogo para alcanzar la democracia real y la autonomía plena de los seres humanos.
Luis Ramiro Beltrán es reconocido como el fundador de la Escuela Crítica Latinoamericana de Comunicación. Sus investigaciones partieron de una búsqueda situada por comprender, y hacernos comprender, que la comunicación social, más allá de un acto de circulación de mensajes, es un proceso liberador. De allí deriva aquello que se conoce como “comunicación horizontal”, es decir la que integra tres condiciones para ser efectiva: acceso, participación y diálogo.
Beltrán realizó un recorrido que cuestionó la dependencia epistemológica que imponían las teorías desarrolladas en los países más ricos, su arduo trabajo buscó construir un conocimiento propio desde y sobre Latinoamérica. Sin embrago, todavía quedan incrustados en algunos sectores de nuestra sociedad, la idea que sostiene que afuera esta la solución de nuestros problemas. Actualmente podemos ver en la televisión, por ejemplo, una parodia que pone en evidencia este pensamiento. Así, Luis Solari, un personaje de Diego Capussotto, aborrece todo lo que es propio de su país, mientras elogia lo de afuera, según lo que le contaron. “No es como acá, no es como acá” es el latiguillo que da cuenta de ese discurso que desvaloriza lo propio porque acá esta todo lo malo, y afuera lo bueno. En ese mismo sentido, durante la visita del Papa Francisco a Bolivia, el Presidente Evo Morales fue criticado, hasta tratado de ignorante y otras tantas cosas más. El motivo o la excusa, fue el regaló con el que obsequió a Francisco, un crucifijo, en el que Cristo está sobre una hoz y un martillo, símbolo del comunismo. Las críticas no pararon de llover, sin embargo, muchos curas latinoamericanos que formaron parte de la teología de la liberación, resignificaron el símbolo, porque para ellos, ser comunista y católico no era una contradicción, sino que entendían que la lucha era la misma: ayudar a los más necesitados. Este símbolo representó para ellos mucho más que el vaticano.
Lo cierto es que Luis Ramiro Beltrán Salmón, les discutió a los más notables teóricos de la comunicación de su época; y aportó nociones teóricas y prácticas que revalorizan nuestras costumbres y lenguas; nuestro pensar y sentir. Porque sin diálogo y sin participación, no puede haber ningún tipo de desarrollo; y sobre todo la idea de que la “solución” no está en los modelos foráneos, sino en la propia gente que es parte del cambio.

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